AMERICA CENTRAL,
COSTA RICA - Sergio Durán: El nuevo campeón nacional
Su pasión y deseo de superación lo hicieron dejar sus estudios y a la mayoría de sus amistades por un tiempo en busca del objetivo de ser el mejor. Hoy es el campeón nacional.
Don Osvaldo escuchó a su hijo decir que quería ser ajedrecista profesional cuando tenía nueve años. Por eso, no le sorprendió que unos años después, al cumplir 16, le pidiera un 'año sabático' para dedicarse a tiempo completo al ajedrez, justo después de graduarse de bachillerato de manera prematura.
Es la historia de Sergio Durán, el nuevo campeón nacional del ajedrez costarricense. Después de acumular dos campeonatos Sub-12, dos Sub-14, dos Sub-16, y un Sub-20, el joven de 23 años alcanzó la corona nacional.
Su pasión y deseo de superación lo hicieron dejar sus estudios y a la mayoría de sus amistades por un tiempo en busca del objetivo de ser el mejor. Hoy es el campeón nacional.
Cuando cursaba sétimo año, abandonó el colegio para llevar un programa de educación abierta que le permitía adelantar dos años su graduación y de paso dedicarle más horas al ajedrez.
Después de finalizar sus estudios, le pidió a sus padres el apoyo para dedicarse al 100% a su pasión.
Durán creó una rutina completa enfocada en su crecimiento como ajedrecista. Al igual que cualquier otro deporte, trabajó durante muchas horas al lado de su entrenador, compitió internacionalmente e incrementó su nivel.
"La mente es como un músculo, yo paso horas estudiando, leyendo libros y entrenando. También se necesita de un entrenador que es el que te dice que hacer"
Esta disciplina exige mucha lectura, práctica y acondicionamiento físico, pues necesita mantener una concentración mental absoluta durante cada partida, que puede durar hasta cuatro horas.
"Tuve la oportunidad de ganar varios torneos de categorías menores y fue ahí que me di cuenta que podía llegar más alto. Vi que era necesario dedicarse para crecer", explicó Durán.
Al final, su año sabático se multiplicó y dedicó dos años de su vida a mejorar su juego. Llegó a competir en 16 países con ayuda de sus padres y de la Federación de Ajedrez y ahora está muy cerca ganar el título de Maestro Internacional, el segundo más importante del planeta.
El sacrificio también retrasó sus estudios en informática. En principio ingresó a la UCR, pero después se cambió al Colegio Universitario de Cartago para evitar los traslados y ganar tiempo para entrenar.
Además, evita matricular materias cuando se está preparando para algún torneo muy importante.
Su círculo de amigos también se redujo a ajedrecistas o personas cercanas a la disciplina.
No se arrepiente. Por el contrario, está decidido en convertirse en Gran Maestro, el mejor título posible en el mundo, y que en Costa Rica solo posee Bernal González actualmente.
El joven reconoce que es complicado vivir de este deporte, aunque trabaja duro para ello.
"Vivir del ajedrez es una opción siempre y cuando llegue al máximo título del ajedrez que es el de Gran Maestro. Mi sueño es representar al país y creo que a muchas personas les interesa saber más del juego. Quiero hacer historia y conseguir ese título de Gran Maestro", recalcó Durán.
Títulos en el ajedrez:
La Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) otorga tres títulos a los competidores, de acuerdo a su desempeño. El primero es el Maestro FIDE, en el que el ajedrecista necesita alcanzar 2300 puntos en el rating FIDE. Este puntaje se obtiene de acuerdo a las partidas ganadas y puede ser mayor o menor según la calidad del oponente.
Después está el Maestro Internacional, que se le entrega a los ajedrecistas que alcanzan 2400 puntos en el rating más tres 'normas'. Para ganar una norma, se necesita competir internacionalmente con al menos tres banderas (países) distintas. Lo mismo que el anterior título: entre mejor sea el rival, hay más oportunidad de crecer.
El máximo título que otorga la FIDE es el de Gran Maestro, para el que se necesita llegar a los 2500 puntos en el rating y sumar tres normas. Para alcanzarlo, se necesita enfrentar a competidores de mucho nivel en el exterior.
Por José Pablo Alfaro Rojas - La Nación